Siempre que llego al término de un año, me acuerdo de lo que se decía en los años sesentas que en el año dos mil se acabaría el mundo. Y resulta, que el mundo no se ha acabado y con todo y sus problemas generados por la contaminación y las guerras entre ciertas naciones que buscan el poder, ya no pensamos que se acabará en cierto año. El orbe tierra sigue viva y por los acuerdos de París, de más de 190 países, referentes a los cuidados del medio ambiente y el control de las emisiones, permanecerán los seres vivos del planeta con vida.
Para conservar nuestro entorno limpio y propicio para el desarrollo de la raza humana, requerimos que los países, sus gobiernos y las naciones respeten los acuerdos de París y vayan mucho más allá en los compromisos y acuerdos nuevos, antes de sus propios intereses.
De México, nuestra patria tan saqueada desde Hernán Cortés hasta Peña Nieto, cada fin de año, de los de antes y los de ahora con los nuevos impuestos, las alzas generalizadas, las inflaciones galopantes y locas, los moches que sangran todo presupuesto destinado a infraestructura productiva, para los servicios básicos y de sobrevivencia; los gasolinazos, que con esto y con los grandes privilegios de que gozan una minoría gobernante, legislativa, ejecutiva y judicial, y la parte electoral y de partidos, piensan que ya se acabó, pero no, aún no lo han podido.
Este año y los que siguen, requerimos de una renovación de actitudes que permitan que ya no vuelva a pasar lo que ha pasado y está aún pasando. Requerimos de hombres y mujeres en el gobierno y demás esferas que viven de la mayoría, que por primera vez piensen en México y no en sus propias personas, en sus propios intereses.
Los hay, ciudadanos que de forma civilizada exigen y lo estarán exigiendo con más fuerza, que se acaben esos vergonzosos privilegios. Hay gobernantes que están poniendo las condiciones para que esto ya no suceda jamás, la de llenarse de lo ajeno sin vergüenza alguna. La aplicación de las leyes anticorrupción de forma correcta y expedita traerá nuevos tiempos y una recuperación de la moral, la ética y la honradez. Es lo que debe de prevalecer y veremos más gobernantes, como Ocaña, paseándose sin afrente entre propios y extraños.
El inicio de un año, es tiempo de la renovación. Tiempo de renovar actitudes ante la vida, de renovar nuestras esperanzas, nuestros propósitos, nuestras metas. De renovar nuestras fuerzas. Renovar el compromiso ciudadano para el respaldo a las demandas ciudadanas generalizadas y propositivas.
Así es nuestro compromiso, que como medio estemos al servicio de las buenas causas, difundiendo lo que una y lo que ate voluntades en el bien de una sociedad que este año vuelve a ser vapuleada, pero que su fuerza prevalece para que algún día otros vientos le sean más favorables.
Hagamos de este 2017, el año de la renovación y el compromiso ciudadano.
Con mis mejores deseos sinceros.
ERASMO FIERRO PALAFOX
Presidente -Editor