Obras maestras creadas en situaciones adversas (y sin pisar la calle)

Obras maestras creadas en situaciones adversas (y sin pisar la calle)

Obras maestras creadas en situaciones adversas (y sin pisar la calle)

De Van Gogh a Frida Kahlo y de Shakespeare a Tesla, todos estos genios crearon algunas de sus obras maestras sin pisar la calle y en situaciones adversas. La creatividad se crece ante los reveses.

 

Crisis a veces significa oportunidad y el ser humano es capaz de crear obras maestras en los lugares más insospechados son dos verdades universales de las que la Historia nos ha dado miles de ejemplos, aquí están algunos de los más inspiradores. Creadores que se crecieron en situaciones adversas y sin pisar la calle.

 

1. El hombre en busca de sentido de Viktor Frankl

Una de las obras más valoradas del siglo XX por su contenido y su calidad literaria, pero sobre todo, por la capacidad de tocar a cualquier lector fue ideada en Auschwitz (entre otros campos de concentración) por Viktor Frankl, neurólogo, psiquiatra y filósofo. Prisionero entre 1942 y 1945, perdió en el horror a su mujer, sus padres, hermano, cuñada y varios amigos. En el libro que todo el mundo debería leer, explica qué mecanismos debe activar el ser humano para encontrar un sentido y seguir adelante, incluso en las circunstancias más horribles. Frankl lo encontró en reescribir mentalmente sus tesis (que los nazis habían destruido) y aferrarse a la posibilidad (aunque sabía que era remota), de que su mujer siguiera viva.

 

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2. La noche estrellada, de Vincent Van Gogh

Aunque ahora es uno de los artistas más cotizados del mundo (de hecho, este cuadro está en el Museo de Arte Moderno de Nueva York), la vida del neerlandés no fue precisamente fácil. El ejemplo más claro es que esta obra superlativa se inspira en las vistas desde una ventana del monasterio de Saint-Paul-de-Mausole, el hospital para enfermedades mentales donde tuvo que ser internado debido a sus problemas psiquiátricos (meses antes se había cortado una oreja). Allí disponía de dos habitaciones, y una de ellas la usaba como taller, porque empleaba la pintura como terapia, ya que tenía miedo de salir a pasear. Hoy podría visitar su propia obra desde su casa gracias a este paseo virtual que permite visitar el MoMA a golpe de clic.

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3. Autorretratos, de Frida Kahlo

Otra artista con una existencia complicada y obras en el MoMA fue la gran pintora mexicana, a quien la polio y un accidente de autobús condenaron a pasar varios periodos postrada en su cama y experimentando muchísimo dolor. Además, al final de su vida, una infección de gangrena obligó a amputarle la pierna por debajo de la rodilla. Y pese a todo, dejó una obra pictórica sobre la que Picasso escribiría a Diego Rivera: “Ni tú, ni Derain, ni yo somos capaces de pintar un rostro como los que pinta Frida Kahlo de Rivera”. A menudo dibujaba en la cama, donde tenía instalados ingeniosos atriles para que permitían dibujar boca arriba e incluso llenaba las escayolas que la envolvían de colores.

 

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4. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes

Según Juan Goytisolo, los años de cautiverio que entre 1575 y 1580 pasó en Árgel del Manco de Lepanto están en “el núcleo central de la gran invención literaria”. A lo largo de esos cinco años, Cervantes intentaría escaparse sin éxito en varias ocasiones hasta que. finalmente, tres frailes españoles pagaron su rescate y pudo volver a España, donde cinco años más tarde publicaría la primera novela moderna de la Historia. Según el poeta Luis Rosales, la libertad y la capacidad de luchar contra la realidad mediante los ideales son los conceptos centales del Quijote, dos ideas que obsesionaron a Cervantes durante los años en Árgel.

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5.  De profundis, de Oscar Wilde

¿Qué tienen en común esta obra y la anterior, tan gigantes como su impacto en la literatura y en la historia? Ambas fueron gestadas en prisión. Además de un brillante poeta y dramaturgo, el irlandés fue una de las personas más ingeniosos de la historia. Sin embargo, escribió su obra más íntima y dolorosa en la prisión de Reading: una carta a su amante Lord Alfred Douglas, en parte responsable de su condena por sodomía.

 

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6. El príncipe, de Nicolás Maquiavelo

A pesar de la mala fama que acompaña a estre tratado y al nombre de su autor, lo cierto es que, 500 años después, según muchos investigadores sigue siendo la descripción más acertada de lo que la política es y/o debería ser. Según su biógrafo Maurizio Viroli, profesor en Princeton, la suya “no es la obra de un adulador sino de un hombre que amaba su país más que su alma”. Por eso, es importante recordar que este apasionado de su ciudad, Florencia, la escribió durante el doloroso exilio al que le condenaron los Médici, aislado y solo en su casa de campo, después de haber sido encarcelado y torturado.

 

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7. El rey Lear y Macbeth, de William Shakespeare

Como todo lo que rodea al Bardo mortal (incluida su identidad y autoría de algunas obras), el momento exacto en que se escribieron sus obras es objeto de polémica, pero muchos sostienen que al menos esas dos tragedias fueron escritas durante la cuarentena que cerró Londres a causa de la peste negra en 1606. En realidad, Inglaterra fue azotada por varias plagas durante la vida de Shakespeare y algunas de ellas (las de 1596, 1603 y 1606) tuvieron lugar cuando ya había comenzado su actividad como dramaturgo y poeta, así que es prácticamente seguro que en las cuarentenas no dejó de escribir (e incluso es posible, como aseguran algunos, que le espolearan a producir más). Según su biógrafo, Jonathan Bate, “la peste fue la más podera fuerza que moldeó su vida y la de sus contemporáneos”.

 

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8. Cálculo, mecánica, gravedad y óptica, de Isaac Newton

Otro brote de peste negra en Londres, 60 años después, obligó a otro genio a cumplir cuarentena, y de ese periodo de observación y meditación surgieron gran parte de sus obras, algunos de los descubrimientos científicos más importantes de la historia. Además del confinamiento obligado de 1664 (en el que descubrió algunos principios de la gravedad o los colores, entre otros), hacia 1693 pasó varios momentos aislado a causa de una gran crisis psiquiátrica con ataques de paranoia. A su regreso a la vida en sociedad, escribió Opticks (su más importante obra sobre óptica). Nunca está de más recordar una de sus frases más célebres: “Puedo predecir el movimiento de los cuerpos celestes, pero no la locura de las gentes”.

 

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9. El tunel transatlántico, de Nikola Tesla

Incluir ese invento en esta lista puede parecer engañoso, pero tiene su moraleja. Según cuenta el propio ingeniero en su autobiografía, en su adolescencia el cólera le obligó a permanecer nueve meses en cama y, tras su milagrosa mejoría, su padre le instó a pasar un año haciendo ejercicio, lo que Nikola ejecutó pasando largos periodos aislado en unas montañas cercanas. Allí ideó un tubo submarino que uniría Europa con América para el envío de cartas y otros objetos, un cinturón flotante alrededor del Ecuador terrestre para poder viajar más rápido por todo el mundo y una fórmula para obtener energía de la energía rotacional de los cuerpos terrestres. Como el propio genio reconoce, las tres eran irrealizables (de hecho, la imposibilidad de la última ya la había constatado Arquímedes), algo que él aún no comprendía porque todavía no tenía los conocimientos necesarios. Por suerte, durante su convalecencia convenció a su padre de que le permitiera estudiar ingeniería. Tras recuperarse, entró en la Escuela Politécnica de Gratz y el resto es historia.

 

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10. Frankenstein, de Mary Shelley

No todas las obras de esta lista tienen orígenes tan severos: la gran novela de terror gótico surgió del aburrrimiento. En 1816, el año sin verano, varias anomalías climatológicas descendieron la temperatura global, algo que afectó especialmente a Europa. En Suiza, un grupo de amigos ingleses quedaron recluidos en una mansión, Villa Diodati. El anfitrión era lord Byron y, con él, estaban su médico personal John William Polidori, el poeta Percy Shelley y Mary Godwin, la joven amante por la que había abandonado a su primera esposa. La lluvia y el frío les impedían salir, así que el aristócrata sugirió que cada uno escribiera una historia de terror para contarla al resto. Curiosamente, los dos grandes escritores no aportaron gran cosa, pero el doctor Polidori concibió El vampiro (que inspiraría a Bram Stoker para escribir Drácula) y Mary, que entonces tenía 19 años, Frankenstein.

 

Información tomada de m.revistaad.es

 

 

 

 

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