Noruega está a menos de un año de acabar con el coche de gasolina
Una de las grandes innovaciones que dominan el futuro de la humanidad a corto plazo es el coche eléctrico. Al menos en apariencia. La hipótesis de un mundo propulsado por motores neutros en sus emisiones es por el momento una hipótesis. En países más avanzados, sólo uno ha saltado verdaderamente al siguiente nivel: Noruega.
Allí el coche tradicional está muerto. Muerto de verdad.
Las cifras. Hemos hablado en más de una ocasión sobre el affaire de Noruega con el coche eléctrico. Al ventajoso sistema de incentivos fiscales diseñado por el gobierno debemos sumar un parque automovilístico pequeño (población: 5.300.000) y una riqueza acumulada muy alta. No es un modelo replicable, pero es un modelo de éxito: los vehículos sin ningún tipo de electrificación representan a día de hoy apenas un 10% de la cuota de mercado, diez puntos por debajo del año anterior.
¿Cuánto les queda? Es la pregunta que trata de responder este análisis de Motor, una revista de automoción local. La respuesta es poco. Poquísimo. Si la tendencia se mantiene, Noruega podría vender su último coche de gasolina/diésel en abril del año que viene. Esto excedería las previsiones más optimistas del gobierno más optimista del planeta en materia de vehículos eléctricos. Hace unas semanas, Noruega se fijaba 2025 como fecha límite para amortizar los motores de combustión. No era una prohibición como tal, pero sí una recomendación encarecida.
¿Cómo ha llegado Noruega hasta aquí? Exonerando a los EV de cualquier tipo de carga fiscal. Durante años han podido circular por las autovías, puentes y túneles sin pagar peaje; aparcar gratis en el centro de las ciudades; o ahorrarse múltiples impuestos relacionados con la importación o la circulación. Aquella rueda tuvo en un principio un impulso artificial. Hoy gira sola. Las preferencias del consumidor han cambiado el mercado
El ejemplo. Como apuntan en Electrek, Noruega es importante no tanto porque sirva como modelo para otros países más grandes y menos ricos sino porque ilustra hasta qué punto la transición puede ser más rápida de lo que industria y gobiernos creen. Es puro mercado: toda vez que una tecnología se convierte en dominante su adopción es vertiginosa por el resto de consumidores que aún están fuera. El gran problema, claro, es hacerla dominante. Noruega ya lo tiene superado. Les toca a los demás.
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