Han transcurrido ya 13 años, del 06 de Julio del 2006, a este 02 de julio de 2019. Pero del que ha construido bienes, no se le olvida.
DON ROBERTO LAGARDA CABRERA, Un Formador de Ingenieros y Profesionistas
Por: Ignacio Lagarda Lagarda
Aunque no fue un connotado empresario de la construcción y mucho menos adinerado, Don Roberto Lagarda Cabrera logró influir – en cierta medida – en el ámbito de dicha actividad en Sonora, al formar una familia de siete hijos, de los cuales cuatro son ingenieros de profesión y se han dedicado, en los ámbitos público y privado, a las actividades relacionadas con la industria de la construcción, y él, en su medida, dedicó 17 años de su vida a la misma.
Nació en 1921, en Las Chinacas, un pequeño pueblo localizado en la sierra de Chihuahua, en el municipio de Chínipas, a escasos dos kilómetros de la línea divisoria con Sonora, en la frontera con el municipio de Álamos, en el sur del ambos estado.
Huérfano de madre a muy temprana edad, su abuela Virginia Lagarda Campoy se lo llevó a vivir a Navojoa en compañía de sus hermanos Rafael (+) y Héctor (+), donde pasó la mayor parte de su infancia. En la adolescencia, una vez concluidos sus estudios elementales, por una enfermedad, fue enviado a la sierra a vivir de nuevo con su padre, donde, una vez recuperado, se dedicó a las labores del campo.
A los treinta años, decidió casarse con su prima en cuarto grado, Elisa Lagarda Muñoz (+); algo común en aquella región, estableciéndose en la población de San Bernardo, un pueblo marginado del municipio de Álamos, localizado al pié de la Sierra Madre Occidental, en las inmediaciones de la frontera con Chihuahua. En esa población, Don Roberto se dedicó a las típicas labores de los pueblos sonorenses: la agricultura de temporal y la pequeña ganadería y por supuesto, a criar a los siete hijos que tuvieron, seis hombres y una mujer.
Pero Don Roberto tenía un sueño: apartar a sus hijos del destino de marginación y pobreza que les esperaba en aquellas empobrecidas tierras, y para eso sabía que solamente había una forma de lograrlo: salir de ahí, y darles toda la educación posible, pero además, el sueño incluía que sus hijos fueran ingenieros y que lograran lo que él siempre había querido: dedicarse a la construcción, ya que desde niño soñó con dedicarse a construir los caminos de la región serrana donde siempre había vivido.
Así, sin darse cuenta, proyectó lo que Armando Araujo Montaño en el 2005 llamó “el proyecto de planeación estratégica familiar más exitoso que había conocido” y en 1968, se deshizo de sus escasas propiedades y como una consigna bíblica, sin volver la vista atrás, partió con su prole a vivir a Navojoa, donde todos se dedicaron a estudiar, hasta que, en 1976, debido a que la mayoría ya habían ingresado a la Universidad, se fue a vivir a Hermosillo. Al llegar a esta ciudad adquirieron una casa en un modesto fraccionamiento e hizo que sus hijos construyeran ellos mismos una recámara adicional a la misma, – para que desde ahora aprendan a construir – les dijo.
En Hermosillo, obtuvo un modesto empleo en el Colegio de Bachilleres y después en la delegación regional del Conalep como auxiliar administrativo, ambos al amparo del licenciado Alberto Flores Urbina (+), un entrañable amigo de sus hijos, que con el paso del tiempo se convirtió en uno más de ellos. Para esos años, Don Roberto ya había cumplido una parte de su sueño: que sus hijos recibieran educación y cuatro de ellos fueran ingenieros.
El primer sueño de don Roberto se hizo realidad: que todos sus hijos estudiaran una carrera profesional. Roberto estudió filosofía y letras y una maestría en desarrollo organizacional; Alfredo, ingeniería civil; César Alfonso, ingeniería civil; Octavio, leyes; Ignacio, geología con maestrías en ingeniería en administración de recursos hidráulicos y en administración pública; Carmen Elisa, administración y sicología y Saúl, ingeniería civil.
Roberto se ha dedicado a la administración educativa; Alfredo y Saúl a la industria de la construcción, César Alfonso al servicio público en áreas relacionadas con el agua potable, el desarrollo urbano y la obra pública, Octavio es empresario; Ignacio al servicio público en las áreas del desarrollo urbano, la obra pública y el catastro, pero sobre todo ha realizado una larga carrera como escritor e historiador y actualmente es el Cronista Municipal de Hermosillo; y Carmen Elisa, al hogar y la terapia sicológica. Actualmente prácticamente todos ya están retirados.
El segundo sueño de Don Roberto, se inició en 1978, cuando su hijo Alfredo; quien trabajaba en la Constructora del Noroeste del ingeniero Arnulfo Arellano Tapia (+), le compró a éste; en sociedad con Antonio Olivas Olivares (+), una viejísima máquina motoconformadora marca Caterpillar modelo 1948, con todo y don Francisco Navarro “Don Chico” (+), quien era el único operador que la podía manejar. La máquina se encendía dándole al “cran”, aparatito al que Don Roberto bautizó como “El Mapache”, porque al darle vuelta y encender la máquina, ésta aventaba una gran cantidad de humo, que le dejaba los ojos tan negros como ese conocido animal.
Con esa máquina, Don Roberto se dedicó a limpiar los terrenos citadinos de la familia Diaz Lazo. Después se la llevó al valle del yaqui a limpiar canales, rentada a la Constructora De Anza. En 1979, con esa máquina Don Roberto pavimentó con carpeta fría, las calles del fraccionamiento Caserío Sahuaro, del ingeniero Francisco García Campa y los patios de los almacenes de la Cervecería Corona en la colonia Palo Verde. Ese año, Saúl, el menor de los ingenieros, que apenas tenía 15 años, se inició en el trabajo constructivo auxiliando a su papá, ya que Alfredo seguía trabajando en la Constructora del Noroeste.
Para entonces, la incipiente empresa, adquirió una retroexcavadora marca Case modelo 580C, operada por el famoso “Potrillo” (+), quien se fue a Caborca a trabajarla en la construcción de las plantas vinícolas que la Constructora del Noroeste estaba construyendo en ese valle agrícola. En 1980, con un contrato de la Constructora S, la empresa construyó las terracerías del fraccionamiento Revolución del Infonavit.
En 1980, le compran a Don Belisario Moreno (+) un camión de volteo marca Chévrolet, modelo 1970 y un camión cisterna. En 1981, la Constructora S quebró y les pagó su deuda con una motoconformadora 14F, a la que Don Roberto bautizó como “La Campamocha”, por su parecido a ese insecto, cimbra para guarnición, una motobomba y tubería de pvc. Ese mismo año, la empresa construyó el acceso a la colonia Bachoco, que consistió en una base impregnada en lo que es hoy es el bulevar Morelos, desde la calle Aburto hasta esa colonia.
Desde ese año, y hasta 1984, la empresa obtuvo un contrato con la Constructora Nácori del ingeniero Ramón Madrid, para pavimentar el fraccionamiento El Centinela, en Guaymas. Para entonces la empresa ya había adquirido más equipo: Un vibrocompactador marca Ingersoll Rand a la Constructora Satélite, un tractor Massey Ferguson, que halaba un neumático y otro vibrocompactador, adquiridos a los hermanos Alejandro y Luis Saldívar, quienes desde Tucson, Arizona, suministraban equipo a muchos constructores sonorenses. Saúl, que para entonces estaba estudiando ingeniería civil, solamente iba a Guaymas en vacaciones a ayudarle a su papá.
En 1984, la empresa pavimentó el viaducto Río Sonora, desde el puente trébol hasta la Sauceda. Todo ese tiempo, Don Roberto hacía de todo; administración, cobranza, suministrar diesel a las máquinas, pagar las rayas y esconderse del ingeniero Arellano, ya que con frecuencia utilizaban maquinaria de la CONNO para hacer algunos trabajos, sin que supuestamente el se diera cuenta. Era obvio que el ingeniero Arellano, se hacía de la vista gorda, ya que su generosidad no le permitía obstruir el desarrollo de sus empleados, a quienes tanta confianza les tuvo siempre.
En 1985, nace legalmente la empresa Lagarda y Olivas, Construcciones y Terracerías Sociedad Anónima, conocida como LOCTSA, localizada en Avenida 13 y Perimetral del fraccionamiento Apolo, con el siguiente personal directivo:
Alfredo Lagarda, director técnico; Antonio Olivas, director administrativo; Saúl Lagarda, residente general, Don Roberto Lagarda, intendente de maquinaria, Octavio Lagarda, jefe de compras, Crédito y cobranza, y por supuesto, los eternos operadores, Don Chico, El Negro, El Potrillo, El Borracho, El Saltapatrás, Don Rafael, Don Victoriano, El Indio (todos +), y el personal administrativo, Lázaro Lagarda Gil, Lionel Lagarda, el eternamente fiel Darío Vélez, las secretarias Flor y Alma y el contador Alonso Acosta.
En 1986 a 1988, se urbanizan y pavimentan los fraccionamiento Santa Fé, Los Jardines, Los Viñedos, Nacameri, Nuevo Hermosillo, Infonavit, Las Granjas, Privada del Razo, algunos de ellos con contratos privados y otros con contratos con el Comité Municipal de Urbanización, COMUR Organismo promotor de obras por cooperación que dirigía Erasmo Fierro Palafox.
En 1989 se pavimentan 40 kilómetros de la carretera Sahuaripa – Cajón de Onapa, las colonias Ley 57, el periférico desde el bulevar luis Encinas (Transversal) hasta el Colosio. Para esa época, el topógrafo Rafael Genchi ya había entrado como sobrestante. En 1991, se pavimenta el fraccionamiento Nueva Galicia, y en 1992, dentro del programa Prourbe, se pavimentan las rutas urbanas y se estabilizan suelos en las calles del norte de la ciudad de Hermosillo.
En el mismo año de 1991, en sociedad con la CONNO, TEPSA y otras empresas se creo un consorcio, habiéndoseles contratado por el COMUR, con el fin de modificar su estructura y colocar concreto hidráulico en el bulevar Luis Encinas (Transversal), de la calle Reforma al periférico poniente (Solidaridad). Utilizándose por primera vez en Hermosillo, el sistema de concreto corrido, técnica traída por la familia Moncayo desde Los Ángeles, California. El éxito de esta obra le valió a la empresa a que le dieran el contrato para hacer lo mismo en la conclusión de la calle Colosio de la Sahuaripa al Periférico poniente.
En 1995 vino la crisis económica y LOCTSA sufrió las consecuencias, Don Roberto, a sus 75 años ya se sentía cansado ya que en 1991 el corazón le había mandado la primera señal y el mal de Parquinson había empezado a hacerse presente en sus manos. No lo pensó dos veces y decidió retirarse, Alfredo, Antonio Olivas y Saúl pensaron igual y decidieron cerrar las puertas de la compañía.
A partir de entonces Don Roberto se retiró completamente de toda actividad laboral y se dedicó en cuerpo y alma a disfrutar de su familia, habían pasado ya 17 años de realización de su segundo sueño, estaba ya plenamente satisfecho. Alfredo y Saúl emprendieron otros negocios relacionados con la venta de gasolina y Octavio el de prestamista y otros negocios más.
Don Roberto fue un hombre conocido en el medio de la construcción en el área de pavimentos y terracerías, y sobre todo, por la mayoría de los colegas ingenieros civiles compañeros de sus hijos, era famoso por sus juicios contundentes llenos de sabiduría y realidad. Seguramente todo aquel que lo conoció recuerda alguno de ellos.
En 1997, Don Roberto sufrió el primer infarto y fue operado a corazón abierto para reponerle algunas arterias, en el 2000 sufrió un infarto cerebral, del que se recuperó completamente en tan solo seis tres meses. Y sucedió que alrededor de las ocho de la mañana del 2 de julio de 2006, día de elecciones nacionales, a sus 85 años, Don Roberto Lagarda Cabrera exhaló su último aliento cuando el corazón simplemente se le detuvo y él se quedó dormido como su viejísima máquina motoconformadora Caterpillar modelo 1948, cuando “El Mapache” de su corazón dejó de darle vuelta y encender.
El ya había cumplido todos y cada uno de sus sueños, se fue sin deberle nada a nadie, satisfecho a plenitud con la vida, en paz consigo mismo, con la sociedad y con su Dios, el Dios de su madre María del Rosario Cabrera Muñoz, de su padre Rafael Lagarda Lagarda y de su hermano Héctor Lagarda Cabrera, que Dios se los llevó antes que a él, y fueron los únicos dolores que sufrió a lo largo de su vida, lo demás solo fueron satisfacciones.
Doña Elisa de Lagarda, a los 91 años de edad, falleció el 30 de diciembre del 2017, igual que don Roberto, de la misma forma y con la misma paz, y el deber de haber cumplido su compromiso con la vida.
El día que don Roberto murió, sus hijos orgullosos y satisfechos de su padre, publicaron la siguiente esquela:
El mundo se ha reducido con la partida de Don Roberto Lagarda Cabrera.
Tendremos que compensarlo, multiplicándonos en alegría, entusiasmo, esperanza, compromiso y fortaleza.
Estaremos bien… él nos enseño como hacerlo.
Descanse en paz, un formador de ingenieros.