Tapas de botellas, envases de agua, redes de pescar y hasta encendedores, todos sin degradarse, se han encontrado al interior de los esqueletos muertos de peces y aves que rondan las costas de las playas en todo el mundo.
Cuando buscas en Google la palabra “Tulum”, aparecen decenas de fotografías de uno de los sitios más hermosos del Caribe mexicano. Un paraíso casi idílico atractivo para miles de turistas nacionales y extranjeros, donde una lujosa habitación de hotel con vista al mar puede costar hasta 16 mil pesos por noche. Pero Tulum, a pesar de ser una de las playas más bonitas del país, no es muy diferente a las demás. Tras el turquesa de sus aguas y el color perla de su arena, se descubre uno de los depredadores más mortíferos para el ecosistema marino: el plástico.
“No hay una sola playa en el mundo que se salve de la contaminación por desechos plásticos”, dice Cyrill Gutsch, fundador de Parley, organización ambientalista internacional que junto a Corona, la cervecera más grande del país y una de las más importantes del mundo, anunció en Tulum su compromiso de proteger del plástico a 100 islas alrededor del mundo para 2020.
Al interior de los esqueletos de peces y aves de las costas y playas de los cinco continentes, se han encontrado tapas de botellas, envases de agua, redes de pescar, popotes, pañales y hasta encendedores. Todos sin degradarse.
Los desechos plásticos al interior de los peces provocan que todos los días miles de personas hinchen sus estómagos tragando su propia basura. Los residuos de plástico pueden estar inmersos tanto en el atún que se comercializa en las tiendas de autoservicio, como en la costosa langosta que ingieren los comensales para saciar su antojo.
Es una cadena en la que el mar reclama el daño del que es víctima: las personas utilizan el plástico y lo desechan. Después los desechos llegan al mar y los peces que los consumen son cazados y vendidos en los mercados de los barrios populares o en lujosos restaurantes y la gente los come a diario ignorando la cantidad de plástico en su interior. Es un harakiri cotidiano del ser humano que ocurre al comer un delicioso plato de mariscos.
Al paso que vamos, explica Parley, para 2025 todos los ecosistemas de arrecifes de coral en el mundo se habrán ido y en 2048 habrá un colapso de la pesquería comercial en el mundo.
“La disminución de la biodiversidad en nuestro océano es la mayor amenaza para la supervivencia de la humanidad. La pérdida de las especies en los océanos genera un descenso en la calidad de vida del ser humano”, menciona Parley a través de su sitio web.
Cada año ingresan al océano ocho millones de toneladas de plástico, pero eso puede tener solución, la colaboración es la clave, explican Gutsch y Ricardo Días, vicepresidente de marketing de Grupo Modelo en México.
Además de los datos revelados por organizaciones, diversos estudios muestran el dantesco escenario de la contaminación marina. Por ejemplo, un reporte de la Universidad de California en Davis señala que un grupo de investigación analizó en 2015 a cientos de peces capturados en Indonesia y California, los cuales estaban destinados para consumo humano, y se encontró que el 28 por ciento de los peces de las aguas asiáticas y el 25 por ciento de los de aguas norteamericanas contenían residuos de la actividad humana. En el caso de Indonesia todos los residuos eran de plástico.
Otro, realizado en 2010 por la Fundación de Investigación Marina Algalita con sede en Long Beach, reveló que después de haber recolectado 670 peces alimentados con plancton del Pacífico Norte, 35 por ciento de éstos contenían plástico en su organismo.
“La contaminación por plásticos puede afectar a depredadores como el atún o calamar que se alimentan de peces más pequeños”, señala el estudio de la Fundación.
A pesar de que el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha dicho que los microplásticos del pescado y los mariscos no suponen actualmente un riesgo para la salud humana, también ha señalado que la falta de datos y el desconocimiento sobre el tema dificultan la evaluación de los efectos del consumo humano del plástico y sus elementos tóxicos a través de la carne del pescado. De igual manera hace hincapié en la capacidad del plástico para transportar y esparcir organismos que producen enfermedades.
Para combatir los efectos del plástico en el ecosistema marino y en nuestra vida diaria, organizaciones han desarrollado mecanismos de participación con cientos de voluntarios en varios países para limpiar el océano de aquellos materiales que lo están matando.
En México, para mostrar que ninguna playa en el mundo se salva de la contaminación, a mediados de mayo, Corona y Parley organizaron una breve limpieza en la reserva Sian Ka’an considerada una de las mayores áreas protegidas del Caribe mexicano, localizada a 50 minutos al sur de Tulum.
Los ambientalistas pidieron a los no más de 40 asistentes que recolectarán un sólo producto de plástico en la zona que, a simple vista, parecía estar limpia. Minutos después comenzó a formarse una pila de productos de plástico —desde envases de shampoo hasta pañales.
“Limpiar las playas es un pequeño paso pero no es la solución, el objetivo es dejar de usar plástico y rediseñar materiales que no afecten nuestro océano”, dice Cyrill Gutsch.
Señala que es un trabajo de convencimiento que se debe hacer no sólo con las comunidades que viven cerca del mar, sino con los habitantes de las ciudades que generan toneladas de basura cada día, con los gobiernos locales y federales, y también con las grandes industrias que utilizan enormes cantidades de plástico para fabricar o empaquetar sus productos.
Su estrategia para limpiar el océano es clara, bajo las siglas AIR (evitar, interceptar y rediseñar, pos sus siglas en inglés) buscan reducir el uso de plásticos, detener aquellos desechos que lleguen al mar y crear nuevo materiales que los sustituyan.
“Esto parece una misión imposible pero debemos de trabajar en ella y hacerla realidad, no debemos permitir que en el futuro existan más toneladas de plástico que peces en el mar”, explica Gutsch.
Cuando los ambientalistas se van de las playas que limpiaron, los peces quedan nuevamente a merced de toneladas de ‘veneno’ plástico que llegan después de haber sido desechadas por cinéfilos que disfrutaron una película en el cine bebiendo refresco servido en un envase con tapa y popote hechos con ese material, o por personas que disfrutaron durante unos segundos el agua que les ofreció el chofer de Uber en una botella de plástico, o por las amas de casa que atiborran el carrito de supermercado con decenas de bolsas.
Si el modelo de consumo no cambia, pronto los seres humanos nadaremos sobre basura, surfearemos entre desperdicios, y nos alimentaremos de comida plástica servida en forma de coctel. Si, por el contrario, se logra detener la destrucción del ecosistema marino, las nuevas generaciones, miles de especies marinas y el océano lo agradecerán.
¿Cuál es el principal problema al que se enfrentan para proteger los océanos?—, pregunto a Gutsch. La ignorancia. Recordemos que más de la mitad del aire que respiramos es generado por el mar. A veces olvidamos que si los océanos mueren, nosotros moriremos.
Fuente: VICE es una compañía multimedia para jóvenes y uno de los líderes en producción y distribución de contenidos. Fundador: SurooshAlvi, Shane Smith, GavinMcInnes País: Canadá Editor: Rocco Castoro (editor en jefe) Andy Capper (editor global) Fundación: 1994 Idioma: Inglés, con 24 ediciones locales en 14 idiomas Fuente: Realizado por Rogelio Velázquez