En la Edad Media, los mineros solían disgustarse cuando lo confundían con la plata. Incluso llegaron a pensar que un duende se dedicaba a sustituir la codiciada plata por un material sin valor. Hablamos del cobalto (en alemán, kobolt significa duende). El sueco Georg Brandt puso al cobalto en el lugar que le corresponde cuando, en 1739, publicó un trabajo que lo catalogaba como nuevo metal (ocupa el número 27 en la tabla periódica).
Pero la utilización del cobalto es una práctica milenaria; estaba presente en objetos del Egipto de los faraones o de la China antigua, muchas veces para proporcionar un tono azul intenso a la cerámica, cristal u otros materiales.
En cuanto a su valor, hoy las cosas han cambiado. El precio del cobalto en el año 2016 era de 26$ por kg y ahora se acerca a los 90$ por kg. El cobalto se utiliza tradicionalmente en muchas aplicaciones, como en aleaciones muy resistentes al desgaste y la corrosión o bien catalizadores para diversos procesos de la industria petroquímica, entre otras.
El cobalto es un componente fundamental en las baterías de litio para vehículos eléctricos y dispositivos electrónicos. El litio se utiliza principalmente como electrolito y electrodo, pero el cobalto se aplica asiduamente en la elaboración del cátodo. El aumento de la producción de coches eléctricos y dispositivos electrónicos ha inducido a que los precios del cobalto y el litio se hayan disparado.
No obstante, desde el punto de vista económico, el cobalto es el que puede tener un impacto más crítico a corto plazo. Hay varias razones que avalan esta afirmación.
Una de ellas es que la oferta de cobalto se concentra intensamente en apenas una docena de países y en unos pocos productores. Las alarmas se dispararon el pasado mes de marzo, cuando algunas fuentes publicaron que Glencore, el mayor productor de este metal, con cerca del 30% de la oferta mundial, se comprometió a suministrar durante el periodo 2018 a 2020 una tercera parte de su producción a GEM, un fabricante chino de baterías. La cantidad total acordada es equivalente a la mitad de la producción mundial en 2017 (110.000 t). En este contexto, hay razones para pensar que otras compañías están suscribiendo contratos similares, con tal de garantizar su cadena de suministro para la elaboración de sus productos.
Si nos centramos en la materia prima, el mayor productor de cobalto es la República Democrática del Congo, que concentra nada menos que el 50% de la oferta mundial. Es un país políticamente inestable y en dónde se registran episodios violentos con frecuencia. Por detrás quedan países como Rusia, Australia, Canadá, Cuba o China.
Otro aspecto que preocupa a muchos actores es que cerca del 80% de la oferta mundial de cobalto ya procesado se produce en la China, precisamente el que básicamente se destina a los cátodos de batería, como el sulfato y el óxido de cobalto. Con este escenario, hay países que mantienen reservas estratégicas para algunos de sus sectores clave (militar, aeroespacial, etc).
Para mitigar este problema de precios y suministro, los fabricantes de baterías contemplan dos posibles estrategias: sustituirlo completamente o minimizar su utilización. En este sentido, para sustituirlo hay varios materiales candidatos en vías de desarrollo, aunque por el momento presentan limitaciones técnicas o económicas. En cuanto a minimizar su utilización, una práctica común pasa por alterar la proporción de ciertos compuestos.
Por ejemplo, los cátodos basados en cobalto suelen implementarse con una mezcla de cobalto, níquel y manganeso o bien con otra de cobalto, níquel y aluminio. Aumentar la proporción de níquel en la mezcla parece una opción atractiva, ya que permite mejorar la autonomía de la batería y el níquel tiene un precio relativamente estable en el mercado; en contra está que el proceso de fabricación se complica y que, en determinadas circunstancias, el producto final puede ser más proclive a incendiarse o a provocar una explosión.
En clave de economía minera, por el momento el cobalto se extrae como un subproducto, especialmente en las explotaciones de cobre o níquel. Aún con los precios actuales, no parece justificado dedicar la actividad exclusiva de una mina a la extracción de cobalto.
Algunas previsiones apuntan a que la demanda va a multiplicarse por diez entre 2017 a 2026. No obstante, la producción de cobalto es una cosa y las reservas existentes son otra. En principio, se considera que las reservas mundiales estimadas son suficientes para cubrir las necesidades futuras; otra cosa es que, con el transcurso del tiempo, se pueda acceder progresivamente y sin sobresaltos a estas reservas, manteniendo los precios en una franja razonable.
Desde el punto de vista del inversor que pretende tener una exposición directa al cobalto o bien del fabricante que desea tener protección frente a la volatilidad de sus precios, se puede recurrir al mercado de futuros de Londres; si se prefiere operar en bolsa, tendrá que elegir entre valores que quizá estén lejos de mantener la correlación apropiada con el precio del cobalto.
En síntesis, si la actual tendencia en la curva de precios se mantiene, quizá aquellos duendes de la Edad Media decidan volver de nuevo a las minas para restituir la plata que se llevaron y apropiarse del cobalto que dejaron.
Fuente http://www.proveedoresdemineria.com/