Yvonne Farrell y Shelley McNamara son las ganadoras del Premio Pritzker 2020
Este año, el Premio Pritzker ha sido otorgado a las arquitectas y educadoras Yvonne Farrell y Shelley McNamara de Grafton Architects. Con sede en Dublín, Irlanda, las galardonadas son reconocidas por sus intervenciones contextuales y modernas que están atentas a la historia, demostrando altos niveles de sensibilidad y artesanía.
Cita del Jurado
En su práctica profesional con Grafton Architects en Dublín, Irlanda, desde 1978, han perseguido de manera constante una arquitectura de alta calidad para contextos específicos, tomando en cuenta sus funciones y específicamente las personas que habitarían y usarían estos nuevos espacios. Su obra incluye edificios educativos, viviendas e instituciones culturales y cívicas. Siendo pioneras en un campo que tradicionalmente ha sido y sigue siendo una profesión dominada por los hombres, Yvonne Farrell y Shelley McNamara, son ejemplos destacados para todos aquellos que quieren forjar una ejemplar carrera profesional.
Muchos de sus edificios están ubicados en su país de origen, Irlanda, pero a través de concursos, han ganado importantes comisiones para otros lugares del mundo, como Italia, Francia y Perú. Con una profunda comprensión del lugar obtenido a través de su investigación, agudos sentido de observación, exploraciones abiertas y siempre curiosas y un profundo respeto por la cultura y el contexto, Farrell y McNamara pueden hacer que sus edificios respondan a un entorno y una ciudad de la manera más adecuada, mientras siguen siendo frescos y modernos. Esta profunda comprensión del “espíritu de lugar” significa que sus trabajos mejoran la comunidad local. Sus edificios son “buenos vecinos” que buscan hacer una contribución más allá de los límites del edificio y hacen que una ciudad funcione mejor. Las viviendas North King Street Housing en Dublín (2000) es un ejemplo de esto: crea un patio interior y un respiro de las concurridas calles adyacentes.
Su enfoque hacia la arquitectura siempre es honesto, revelando una comprensión de los procesos de diseño y construcción, desde estructuras a gran escala hasta los más mínimos detalles. A menudo es en estos detalles, especialmente en edificios con presupuestos modestos, donde se puede sentir un gran impacto. Por ejemplo, el Instituto Urbano de Irlanda (Dublín, 2002) emplea lo que los arquitectos llaman una “piel hecha a mano” para crear un edificio visualmente interesante a través de cambios en los materiales que responden a las aberturas, pliegues, necesidades de sombra y otras preocupaciones. Al mismo tiempo, emplea metodologías de control ambiental, buenas prácticas y sentido común para un edificio eficiente y sostenible. En un sitio especialmente sensible en Dublín, las oficinas magistrales del Departamento de Finanzas (2009) dan fe de su conocimiento y cuidado en la selección de materiales y técnicas de construcción con una barandilla y puerta de bronce cuidadosamente hechas a mano y piedra caliza lijada en las fachadas.
Las arquitectas son hábiles y exitosas trabajando a muchas escalas, desde grandes edificios institucionales hasta una casa de poco más de 100 metros cuadrados. Sin gestos grandiosos o frívolos, han logrado crear edificios que son presencias monumentales cuando es apropiado, pero aun así están divididos en zonas y detallados de tal manera que produzcan espacios más íntimos que crean comunidad dentro. En sus grandes edificios, como el Campus Universitario UTEC (2015) en Lima, Perú o el Edificio de la Escuela de Economía (2008) en la Universita Luigi Bocconi, han logrado una escala humana a través de la composición de espacios y volúmenes de diferentes tamaños. Los diálogos que crean entre edificios y alrededores demuestran una nueva apreciación tanto de sus obras como de su lugar.
Como una constante en su enfoque, las arquitectas entienden cómo diseñar secciones complejas de edificios de tal manera que las vistas conecten los profundos espacios interiores con el reino exterior más amplio, permitiendo que la luz natural penetre y anime espacios profundos dentro de un edificio. A menudo, la luz fluye desde tragaluces o ventanas de pisos superiores a través de los interiores de sus edificios, brindando calidez e interés visual, ayudando a los habitantes a orientarse fácilmente en los espacios y brindando la conexión siempre necesaria al exterior.
Por su integridad en su enfoque tanto de sus edificios, como por la forma en que llevan a cabo su práctica, su creencia en la colaboración, su generosidad hacia sus colegas, especialmente como se evidencia en eventos como la Bienal de Venecia 2018, su compromiso incesante con la excelencia en arquitectura, su actitud responsable hacia el medio ambiente, su capacidad de ser cosmopolitas al mismo tiempo que abrazan la singularidad de cada lugar en el que trabajan, por todas estas razones y más, Yvonne Farrell y Shelley McNamara reciben el Premio Pritzker de Arquitectura 2020.
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