Construcción con tierra y materiales naturales en tiempos de pandemia

Construcción con tierra y materiales naturales en tiempos de pandemia

Construcción con tierra y materiales naturales en tiempos de pandemia

Vivir para muchos en este tiempo, constituye sin no un milagro, una verdadera tragedia. La sana distancia, el cubre bocas, el gel sanitizador y el quedarse en casa, o representa un peligro o resulta un imposible, porque el lugar donde viven ni puede llamarse casa, ni asegura la sana distancia y menos un ambiente saludable.

El tener una casa donde quedarse para una gran parte de la población del Estado de Sonora, resulta una paradoja, pues en el último de los casos, lo que les sirve de hogar, es todo menos una casa y así el slogan de “quédate en casa resulta imposible, inimaginable y podemos decir riesgoso.

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El tiempo que vivimos nos lleva nuevamente a reflexionar si no debemos pugnar por hacer actual y mejor el construir con los materiales que la naturaleza nos proporciona y asegurar con ello una verdadera casa, un hogar en donde aparte de protegerse de un medio agresivo ahora se le suma el problema del Covid o Coronavirus como popularmente se le conoce.

Uno de los materiales de construcción más antiguos y conocidos por el hombre (ser humano) y uno de los más usados, al menos hasta antes de la Revolución Industrial, es sin duda la tierra y sus productos derivados de la misma. En la actualidad constituye aún un material significativo para muchos, sobre todo para los pobres del mundo.

Es sorprendente, empero, en este contexto, como hoy en día, países con un alto desarrollo tecnológico y clases sociales adineradas, estén construyendo su hábitat, el medio y el entorno donde viven, partiendo del uso intensivo de la tierra y sus derivados, sobre todo del adobe, o ladrillo crudo como pomposamente se le llama.

Hoy en día, es un hecho comprobado que la tierra es el material de construcción con mayor uso en casi todos los climas cálidos-secos y templados del mundo. También, puede constatarse como en la actualidad, un tercio de la humanidad moran en viviendas hechas con tierra y que comunidades de hombres y mujeres tienen como solución única para acceder a un techo, soluciones a partir de la tierra, sobre todo si no tienen recursos o éstos son insuficientes para tener una vivienda digna.

A pesar de ser un material ancestral, a la fecha y a los ojos de todos los actores de la sociedad, la tierra y sus derivados como productos o material de construcción son poco usados.

Las razones para no utilizarse, son de carácter diverso, desde las técnicas, hasta razones que tienen que ver con el estado de cosas de una sociedad inequitativa, inculta y permeada por una mercadotecnia con intereses ligados a las grandes empresas productoras de materiales ajenos a aquellos hechos a partir de la tierra y que considera a ésta como un material que otorga un “estatus social” de pobreza y miseria o cercano a ella.

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En aras del progreso, entendido como desarrollo tecnológico únicamente, las cualidades que ofrecen los productos derivados de la tierra son obviados al no representar un  “avance social” como el que otorgan otros materiales, los que sí ofrecen garantías de “estabilidad” y de condición social y que se encuentran en ese gran mercado de los materiales artificiales derivados del cemento y de otros materiales, cada día más diversos y con cualidades dudosas, pregonadas por el mercado. La mayoría de ellos, ajenos a las comunidades, sobre todo del medio rural, y en menor escala de los medios suburbanos y urbanos, donde incluso el nivel de pobreza supera a la del medio rural.

Las crisis recurrentes, la economía con sus vaivenes, los problemas de una población que crece continuamente y la consecuente necesidad de contar con una  vivienda digna, consagrada como derecho en nuestra constitución política, y en ese sentido un satisfactor social, ha hecho que se vuelva a pensar en la tierra como un material que ayude a resolver los graves problemas de vivienda y de habitación, porque la vivienda, no sólo es el recinto que protege al individuo, a la familia, de las condiciones adversas de la naturaleza, ésta y su entorno, La vivienda es el espacio limitado por muros y techos, pero lo es también, las otras construcciones , las calles y el entorno, en síntesis, todo lo que lo rodea.

Por otra parte, y dados los problemas de confort ambiental y lo que implica mantener espacios confortables para facilitar la vida de los humanos, los altos consumos de energía que agobian al mundo y que afectan la economía por sus altos costos, ha hecho que se vuelva a pensar en la tierra y sus derivados como un material propicio para la construcción, no sólo de la vivienda, sino también de los elementos que requiere una comunidad para llevar una vida más completa, digna y sana.

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El Covid y las futuras pandemias que habremos de sufrir, nos deben llevara a la construcción para todos, de espacios donde no padecer los estragos de un ambiente insano.

Las cualidades térmicas que posee la tierra, su abundancia y la factibilidad para adquirirla y manejarla, es considerada ahora, como lo fue antaño, como una respuesta que presenta bondades aún no probadas de manera justa, honesta y responsable. De igual manera, los defectos y carencias, si bien han tratado de ser resueltos, éstos no han sido estudiados con seriedad y las propuestas para aliviar los defectos, no han sido superadas con suficiencia.

A la tierra y sus derivados, o se les sataniza o se les deifica, sirven o no, son útiles o no, dan estatus o no. A las exageraciones sobre su condición de un material con cualidades, se le viene un cúmulo de problemas y carencias que tampoco le corresponden. La actitud maniquea de todo o es blanco o negro, bueno o malo, permea en la opinión de constructores y de posibles casa-habientes, cuando de la tierra, como material único o mayoritario se trata.

La historia de la tierra, la de los materiales que tienen a ésta como componente básico o fundamental, no ha sido escrita atendiendo a la verdad, aún cuando la arquitectura, testigo insobornable de la historia, nos muestre y siga mostrando como antes, ahora y seguramente después, que la tierra ha contribuido a formar objetos, comunidades y pueblos enteros, teniendo como componente este material, puesto en múltiples formas y con aplicaciones técnicas variadas.

Tal verdad, necesario decirse, es indispensable, aún más para desarrollar y proteger el patrimonio construido y por construirse, sobre todo en regiones donde las condiciones ambientales presentan climas de grandes extremos como lo es la región del Noroeste del México y donde las construcciones de tierra son escasas, aunque históricamente son las que mejor han respondido y responden a las condiciones de confort. Lo anterior, de ninguna manera podría negarse que en ambientes urbanos en la actualidad, el uso de la tecnología se precisa y es a veces necesaria y acompaña a la tierra con notables ahorros en el consumo de energía, que se traduce en costos menores y en pagos menos onerosos por consumo de electricidad.

Volver a la tierra, supone el reconocimiento de las bondades y defectos del material, superar éstos y mantener los primeros, apoyar e incluso financiar aquellos proyectos que atendiendo a razones probadas, usen o impulsen las construcciones de tierra, o de materiales que la tengan como su componente esencial lo anterior, atendiendo a la libertad de quienes decidan usar otros materiales, si su economía y el medio se los permiten, señalando incluso sus condiciones de inconveniencia o de falta de apropiación y de adecuación con un medio que les es hostil, afectando de manera riesgosa al medio y yendo contra su propia economía.

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Los pobres y aquellas clases sociales cercanas a la pobreza, seguramente con una propuesta de esta naturaleza, podrán encontrar una alternativa para vivir mejor, con confort y seguramente con comodidad y en un estado de mayor comunión con su entorno, porque la tierra con las características que de manera natural muestra, sus costos y su producción la convierten en el material reciclable y con consumo de energía en su producción y mantenimiento, cercano a lo óptimo.

El diseño y construcción apoyados en la tierra y sus derivados, sin embargo, no pueden ser realizados en la actualidad de manera voluntarista, es necesario en su producción y consumo de la participación de profesionales y técnicos que junto con la comunidad desarrollen “el producto tierra” y la mejor forma de colocarlos en el medio, usando sistemas constructivos unitarios o híbridos que permitan el máximo rendimiento con costos mínimos, incorporando el quehacer y saber de los miembros de la comunidad, para que ellos sean quienes la construyan y la mantengan.

Lo anterior supone también la participación de investigadores, los que puede proporcionar la Universidad de Sonora, quien a mi juicio poco o nada ha hecho por la gente vulnerable y de escasos recursos, negando en los hechos su compromiso con esa parte de la sociedad que más necesita de la inteligencia y trabajo de investigadores, profesores y de los estudiantes que podrían hacer sus prácticas construyendo junto con las comunidades, mejores entornos, más saludables y apropiados para resistir y afrontar con un relativo éxito situaciones como la presente donde la pandemia, ha provocado en comunidades pobres, estragos que son poco conocidos y menos difundidos por una sociedad ajena a los problemas de una comunidad total, como son todos los lugares que dan origen y conforman el entorno urbano, suburbano o el rural que impera en nuestro estado.

 

Datos del autor: Luis Manuel Franco Cárdenas, es egresado del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, con estudios de Maestría en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente es Profesor Investigador del Programa de Arquitectura de la Universidad de Sonora.

 

 

 

 

 

 

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